Minificción mexicana (selección), de Lauro Zavala
Los que echaban a perder un cuento bueno o escribían uno malo lo enviaban al componedor de cuentos. éste era un viejecito calvo, de ojos vivos, que usaba unos anteojos pasados de moda, montados casi en la punta de la nariz, y estaba detrás de un mostrador bajito, lleno de polvosos libros de cuentos de todas las edades y de todos los países.
Su tienda tenía una sola puerta hacia la calle y él estaba siempre muy ocupado. De sus grandes libros sacaba inagotablemente palabras bellas y aun frases enteras, o bien cabos de aventuras o hechos prodigiosos que anotaban en un papel blanco y luego, con paciencia y cuidado, iba engarzando esos materiales en el cuento roto. Cuando terminaba la compostura se leía el cuento tan bien que parecía otro.
De esto vivía el viejecito y tenía para mantener a su mujer, a diez hijos ociosos, a un perro irlandés y a dos gatos negros.
Mariano Silva y Aceves
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Epitafio
Extranjero, yo no tuve un nombre glorioso. Mis abuelos no combatieron en Troya. Quizá en los demos rústicos del Ática, durante los festivales dionisiacos, vendieron a los viñadores lámparas de pico corto, negras y brillantes, y pintados con las heces del vino siguieron alegres la procesión de Eleuterio, hijo de Semele. Mi voz no resonó en la asamblea para señalar los destinos de la república, ni en los symposia para crear mundos nuevos y sutiles. Mis acciones fueron oscuras y mis palabras insignificantes. Imítame, huye de Mnemosina, enemiga de los hombres, y mientras la hoja cae vivirás la vida de los dioses.
Carlos Díaz Dufoo II
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Los relinchos
Se han poblado de relinchos las calles, el campo y los desmontes vecinos. ¡Gran fiesta para los caballos! Casi ni les ha faltado la alegría a los dioses: comer carne humana.
Los relinchos.
¡Potros piafantes de la vida! En la mitología y la pintura, el mar y la luz y los vientos y los santos vienen a caballo.
¡Potros piafantes de la muerte! En la superstición y la pintura, la guerra y la peste y el diablo y las cosas fatídicas vienen a caballo pisando cráneos.
Los relinchos.
Hay relinchos que van al paso, de gran parada; otros, incómodos, que trotan; relinchos ligeros, que galopan; y relinchos desgarrados que huelen a viento y a pólvora. Dejan regueros de chispas en el aire. Hay relinchos extáticos, de estatua de bronce que canta con el sol.
Los relinchos suben desde la calle burguesa, como llamaradas de selva virgen. O como recuerdos del vivac. (La tienda, la noche, los dados sobre el tambor.) Suben, y rompen con sus pezuñas las vidrieras, y se andan por toda la casa. Nos abren el corazón con sus tajos metálicos.
Cohetes del alma del caballo, unos corren por el suelo como buscapiés. Otros suben, rectos, y estallan como una palmera momentánea de oro.
Los relinchos.
Alfonso Reyes
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La humildad premiada
En una universidad poco renombrada había un profesor pequeño de cuerpo, rubicundo, tartamudo, que como carecía por completo de ideas propias era muy estimado en sociedad y tenía ante sí brillante porvenir en la crítica literaria.
Lo que leía en los libros lo ofrecía trasnochado a sus discípulos la mañana siguiente. Tan inaudita facultad de repetir con exactitud constituía la desesperación de los más consumados constructores de máquinas parlantes.
Y así transcurrieron largos años hasta que un día, en fuerza de repetir ideas ajenas, nuestro profesor tuvo una propia, una pequeña idea propia luciente y bella como un pececito rojo tras el irisado cristal de una pecera.
Julio Torri
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Libertad
Hoy proclamé la independencia de mis actos. A la ceremonia sólo concurrieron algunos deseos insatisfechos, dos o tres actitudes desmedradas. Un propósito grandioso que había ofrecido venir envió a última hora su excusa humilde. Todo transcurrió en un silencio pavoroso.
Creo que el error consistió en la ruidosa proclama: trompetas y campanas, cohetes y tambores. Y para terminar, unos ingeniosos juegos de moral pirotécnica que se quedaron a medio arder.
Al final me hallé a solas conmigo mismo. Despojado de todos los atributos de caudillo, la medianoche me encontró cumpliendo un oficio de mera escribanía. Con los últimos restos del heroísmo emprendí la penosa tarea de redactar los artículos de una dilatada constitución que presentaré mañana a la asamblea general. El trabajo me ha divertido un poco, alejando de mi espíritu la triste impresión del fracaso.
Leves e insidiosos pensamientos de rebeldía vuelan como mariposas nocturnas en torno de la lámpara, mientras sobre los escombros de mi prosa jurídica pasa de vez en cuando un tenue soplo de marsellesa.
Juan José Arreola
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La mosca que soñaba que era una Águila
Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.
En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes , el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.
En realidad no quería andar en las grandes alturas, o en los espacios libres, ni mucho menos.
Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.
Augusto Monterroso
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Garza blanca
No hay más nubes que las que forman las garzas blancas cuando surcan los cielos salinos de las costas. En el municipio de Acapetahua se pueden encontrar por millares. Descienden de sus alturas para alimentarse de peces y camarones cumpliendo en esa forma con el binomio cielo-mar.
Roberto López Moreno
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La Esfinge de Tebas
La otrora cruel Esfinge de Tebas, monstruo con cabeza de mujer, cabeza de león, cuerpo de perro y grandes alas de ave, se aburre y permanece casi silenciosa. Reposa así desde que Edipo la derrotó resolviendo el enigma que proponía a los viajeros, y que ea el único inteligente de su repertorio. Ahora, escasa de ingenio, y un tanto acomplejada, la Esfinge formula adivinanzas y acertijos que los niños resuelven fácilmente, entre risas y burlas, cuando el fin de semana van a visitarla.
René Avilés Fabila
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Orugananda
El gusano salió de su meditación iluminado por la conciencia de que su Yo era indestructible, que era sustancia integrada a la existencia total y, por lo tanto, en el supuesto imposible de que él desapareciera, el universo se conmocionaría e iniciaría un proceso encadenado de aniquilación. Sereno, pues, trepó al pavimento para cruzar la carretera.
Lazlo Moussong
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Circe
Gracias a mi mente que se mantuvo humana, a salvo de los hechizos de la diosa, logré escabullirme, y al llegar a las afueras cayó sobre mí un puerquero que me sometió venciendo mi chillidos.
Catedral
La palabra catedral necesitó de otras palabras para erguirse firme. Llegó y se instaló con su séquito organizado. Los arquitectos vieron, midieron, sintieron. ¡Gratuito! No saben que las palabras tienen sus leyes de equilibrio; tampoco lo sabe el pueblo que un día tuvo necesidad de palabras lapidarias para edificar una manifestación y sin parar mientes echó mano de los sustentos de catedral por lo que ésta se derrumbó sin quedar letra sobre letra.
Raúl Renán
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Las cinco de la tarde
Los mataron rápido, así como son las cosas desagradables que no deben saberse.
Los hermanos Portillo, jóvenes revolucionarios, ¿por qué los mataban? El camposantero dijo: "Luis Herrera traía los ojos colorados colorados, parecía que lloraba sangre". Juanito Amparán no se olvida de ellos. "Parecía que lloraban sangre".
A los muchachos Portillo los llevó al panteón Luis Herrera, una tarde tranquila, borrada en la historia de la revolución; eran las cinco.
Nellie Campobello
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Teseo
Días y noches y años dando vueltas con la espada oxidándosele en la mano buscó al monstruo en el laberinto y murió de hambre y fatiga sin saber que allí no había más monstruo que el mismo Laberinto.
José de la Colina
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Nocturno
--Hace tanto tiempo --me dijo al oído, jadeante todavía, y se acodó a mi lado, desnuda como el viento.
Sombras sobre sombras; una línea de luz en las caderas. Sus ojos brillaban en secreto. comencé a besarle las axilas; bajé a mordiscos por el perfil de la luna; me detuve en las corvas; la escuché suspirar.
--Sígueme soñando --le supliqué---. No vayas a despertar.
Felipe Garrido
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Para escoger
A Rubén Bonifaz Nuño
Las coladeras son bocas con sonrisas chimuelas. Las coladeras han perdido los dientes de tanto que las pisamos. Sin coladeras la vida sería demasiado hermética. Las coladeras están a nuestros pies. Las coladeras son las bocas de fierro de la ciudad. Las pobres coladeras están ciegas. Las coladeras son pura boca. Las coladeras se ríen de los nocturnos solitarios. De coladera en coladera se llega a la colonia Roma. Las coladeras son amigas de los borrachos. Por las coladeras se entra al otro Distrito Federal. Las coladeras envidian a las ventanas. Las ventanas nunca miran a las coladeras. Las coladeras son simpáticas, aunque eructen muy feo.
Guillermo Samperio
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Deformación editorial
Al cumplir sesenta y cinco años comprendió la revelación. Nunca tendría la oportunidad de una segunda edición de su vida, revisada, corregida y aumentada, por lo que en lugar de testamento redactó una fe de erratas.
Mónica Lavín
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El traductor de la música
Un famoso musicólogo chino, tan familiarizado con la estética musical de Oriente como con la de Occidente, y dolido de que sus paisanos no comprendieran ni se emocionaran en absoluto con la música europea más reputada, decidió traducir las fugas de Bach a la música china: intentó trasladar el lenguaje musical de Juan Sebastián al lenguaje musical de sus compatriotas.
Trabajó con empeño, poniendo al servicio de su tesón todos sus conocimientos de ambas culturas, que no eran pocos, pero su obra no obtuvo el menor éxito. Según exegetas, había sido en ella demasiado "notarial", y lo que se necesitaba era una conversión, una traducción "musical". Pero ellos también se equivocaban: las fugas de Bach debieron permanecer inmutables; quienes debían haber sido traducidos eran los chinos.
Diálogo amoroso
--Me adoro, mi vida, me adoro... a tu lado me quiero más que nunca; no te imaginas la ternura infinita que me inspiro.
--Yo me adoro muchísimo más..: ¡con locura!; no sabes la pasión que junto a ti siento por mí.
--No puedo, no puedo vivir sin mí...
--Ni yo sin mí...
---¡Cómo nos queremos!
--Sin que yo ame la vida no vale nada...
--Yo también me amo con toda mi alma, sobre todo a tu lado...
--¡Dame una prueba de que te quieres!
--¡Sería capaz de dar la vida por mí!
--Eres el hombre más apasionado de la tierra...
--Y tú la mujercita más amorosa del mundo...
--¡Cómo me quiero!
--¡Cómo me amo!
Sergio Golwarz
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¿Qué tiene ella?
Es amada por hombres en total madurez y en total eminencia. ¿Qué tiene ella? Ellos gozan amándola, sin desesperación y sin codicia. Lo confiesan sonrientes, sin urgencia, con alegría. ¿Qué tiene ella? Sabe cada uno que no es el único, pero saben que son felices por ese amor que les despierta. ¿Qué tiene, pues?
Ethel Krauze
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El detergente
La señora me lleva al supermercado, me da a oler las lechugas y me dice cuál es el mejor detergente. Imita a un comercial de televisión: ella de pronto estará en todos los canales como si fuera informe de gobierno. Do you understand?
Quitamanchas, antigrasa, limpia impurezas, permite ser feliz porque te da amor y canciones de John Lennon. Su nueva fórmula no deja ese sentido pastoso en la ropa, cura el cáncer pero no se lo digas a nadie, edifica naciones libres de racismo, pone en bancarrota a los noticieros, te hace sonreír porque tiene un aroma suave a recuerdos pasados.
Es el mejor detergente, the very best.
--Está bien, está bien, me ha convencido.
A la hora de pagar, la cajera es sonriente y cortés.
Regresamos a la casa y la señora pone un brazo, dos brazos a mi alrededor.
Regresamos a casa y al señora prepara una ensalada, me abraza y lava mi ropa con el buen detergente.
Luis Humberto Crosthwaite
Escritura policial
El astro brillaba enceguecedor sobre la superficie. El reflejo cinabrio calcinaba la cuenca de los ojos, se metía por la raíz del nervio óptico hasta los árboles venenosos del cerebro y estallaba en pirotecnias de colores. Sólo era posible verlo así en la superficie pulida de la cuba musgosa. La sombra se interponía entre el disco de oro y la refracción de la luz, permitiendo observar únicamente la aureola anémica sobre el líquido. La mano sumergía la bola de pelos en el agua: nariz chata, boca grande y orejas acirueladas; la sumergía hasta la base del pescuezo; el pecho desnudo y las muñecas alambradas a la espalda; cuarenta, cincuenta segundos, después minutos interminables y el regreso a los límites del aire: los pulmones despedazaban sus alveolos en microhemorragias y la membrana del bofe se distendía como parche de tambor templado con torcedores; dentro el agua violeta de gelatinas placentarias se arremolinaba sobre los orificios apretados a punto de ceder o estallar.
--Apaguen la luz y sáquenlo del agua, porque si se ahoga menos va a cantar --dijo el director del penal. Arsacio era una ruina trabajada a conciencia. No murió de inmediato. Antes confesó crímenes extravagantes y conspiraciones políticas. Sólo entonces tuvo un oportuno paro cardiaco. Se conoce --en El grado cero de la escritura-- el contenido eternamente represivo de la palabra "orden". Es lo que llama Roland Barthes "la escritura policial".
Raymundo Ramos
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Maestro inútil
Caminó por esa ciudad en la que todos los habitantes se apresuraban a entrar temprano en sus casa para que no los sorprendiera el toque de queda. Tenía infinitas respuestas, pero no encontró a nadie que quisiera hacerle una pregunta.
Alejandro Jodorowski
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El fuego eterno
A las seis de la mañana se escucharon disparos en la aldea ocupada por los cristeros. Contra el muro de la iglesia yacían los cadáveres de un profesor rural y tres agraristas capturados la noche anterior.
Varias mujeres embozadas se cercaron al pelotón de fusilamiento. Una anciana preguntó al capitán si los muertos tuvieron tiempo de confesarse. El capitán respondió que en efecto, el padre Acevedo los había asistido en sus últimos momentos.
La anciana arrojó contra el empedrado la jarra de leche que llevaba en las manos y dijo furiosa: --Qué lástima, qué lástima: ahora no van a arder en el fuego eterno.
José Emilio Pacheco
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El grafógrafo
Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.
Salvador Elizondo
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[Tomado de Minificción mexicana, UNAM, México, 2003]
Hola!! Excelente nota y muy completa. Muy buena seleccion, hay varios que no conocía. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. La minificción es mágica y muy atrapante. Es increíble la complejidad literaria que puede lograrse en solo un par de lineas
ResponderEliminarJustamente también hable de los microrelatos en mi blog, donde menciono algunos detalles y características generales.
Te invito a leer mi nota y comentarla!!
http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar/2013/07/una-caracterizacion-vertiginosa-de-la.html
También, si querés podés seguirme en:
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Subo notas de literatura, cine, humor y cultura en general. Saludos!!
Luciano
Eres muy pendejo
ResponderEliminarEl pendejo eres tú...
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