Espejos (fragmentos), de Eduardo Galeano

De deseo somos

La vida, sin nombre, sin memoria, estaba sola. Tenía manos, pero no tenía a quien tocar. Tenía boca, pero no tenía con quien hablar. La vida era una, y siendo una era ninguna.
Entonces el deseo disparo su arco. Y la flecha del deseo partió la vida al medio, y la vida fue dos.
Los dos se encontraron y se rieron. Les daba risa verse, y tocarse también.
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Cavernas
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Las estalacticas cuelgan del techo. Las estalagmitas crecen del suelo.
Todas son frágiles cristales, nacidos de la traspiración de la roca, en lo hondo de las cavernas que el agua y el tiempo han excavado en las montañas.
Las estalactitas y las estalagmitas llevan años buscándose en la oscuridad, gota tras gota, unas bajando, otras subiendo.
Algunas demorarán un millón de años en tocarse.
Apuro, no tienen.
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Breve historia de la civilización
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Y nos cansamos de andar vagando por los bosques y las orillas de los ríos.
Y nos fuimos quedando. Inventamos las aldeas y la vida en comunidad, convertimos el hueso en aguja y la púa en arpón, las herramientas nos prolongaron la mano, y el mango multiplicó la fuerza del hacha, de la azada y del cuchillo.
Cultivamos el arroz, la cebada, el trigo y el maíz, y encerramos en corrales las ovejas y las cabras, y aprendimos a guardar granos en los almacenes, para no morir de hambre en los malos tiempos.
Y en los campos labrados fuimos devotos de las diosas de la fecundidad, mujeres de vastas caderas y tetas generosas, pero con el paso del tiempo ellas fueron desplazadas por los dioses machos de la guerra. y cantamos himnos de alabanza a la gloria de los reyes, los jefes guerreros y los altos sacerdotes.
Y descubrimos las palabras tuyo y mío y la tierra tuvo dueño y la mujer fue propiedad del hombrey el padre propietario de los hijos.
Muy atrás habían quedado los tiempos en que andábamos a la deriva, sin casa ni destino.
Los resultados de la civilización eran sorprendentes: nuestra vida era más segura pero menos libre, y trabajábamos más horas.
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Siervos y señores
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El cacao no necesita sol, porque lo lleva dentro.
Del sol de adentro nacen el placer y la euforia que el chocolate da.
Los dioses tenían el monopolio del espeso elíxir, allá en sus alturas, y los humanos estábamos condenados a ignorarlo.Quetzalcóatl lo robó para los toltecas. Mientras los demás dioses dormían, él se llevó unas semillas de cacao y las escondió en su barba y por un largo hilo de arena bajó a la tierra y las regaló a la ciudad de Tula.
La ofrenda de Quetzacóatl fue usurpada por los príncipes, los sacerdotes y los jefes guerreros.
Sólo sus paladares fueron dignos de recibirla.
Los dioses del cielo habían prohibido el chocolate a los mortales, y los dueños de la tierra lo prohibieron a la gente vulgar y silvestre.

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